lunes, 31 de octubre de 2011

Como una Amelie que se ha acabado las frambuesas.

Son buenos tiempos para quienes saben hacer realidad sus ilusiones. Qué tontería, para esos siempre son buenos tiempos. A los demás, dando pasos más o menos acertados para arreglar nuestra no-tan-ilustre-como-desearíamos vida, nos cuesta asumir eso de  "El que no arriesga no gana". Aunque puede que sólo sea yo. Entre tanto, son las 00:51 en un Valladolid que no se molesta en escuchar susurros de desconocidos. Donde los cafés no duran más que el beso de buenas noches y las abejas tan pronto van a la miel como a la mierda.
El otoño ha derrumbado las barreras de lo sobrenatural, y la frase 'ésto es surrealista' permanece perpetuamente en la punta de mi entumecida lengua. Cuesta no cometer un atentado contra la humanidad mientras sonríes cariñosamente, alabando éxitos ajenos. Misteriosamente para muchos, las aguas vuelven a su cauce de cuando en cuando, entre palomitas y sabias compañías; misericordiosamente, el azar no vendrá a rondarme esta noche. ¿Esperará tal vez a las luces de discoteca de un lunes alrededor de las doce?



Las lentillas de Pocajontas se llenan de vaho como los cristales aún sin luces navideñas.

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