Él llegó
estrepitoso, como llegan las cosas que no vienen para quedarse. No fue su mayor acierto, tampoco un craso error. Transcurrió en una alegoría de la sinrrazón, algo así como decir
sin pies ni cabeza. Si te he visto no me acuerdo, un poco de eso también hubo.
Diez mil noches y dos días pasaron, no existió manera de sacarles del olvido. Y ahora, sin previo aviso, rebuscando entre dígitos de un verano cada vez más perdido, te sorprendiste en el recuerdo.
O tal vez es que necesitases pensar en alguien para escribir algo como esto.
Hoy, te escribo esta carta.
Inspiración, te echo de menos.
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